El sector exportador de alimentos cerró el 2022 con un aumento de un 11% en envíos alcanzando una cifra de US$ 21.567 millones, consolidando así un periodo de crecimiento sostenido que lo ha convertido en el segundo sector exportador de Chile, solo superado por el cobre. En particular nuestra industria, la de las carnes blancas, alcanzó los US$ 1.359 millones en exportaciones, consolidándose como el 4to sector exportador de alimentos, superado solo por el salmón, la fruta fresca y el vino.
Es importante recordar las razones de porqué Chile se ha consolidado como proveedor de alimentos de clase mundial, con productos sanos e inocuos llegando a miles de consumidores en Chile y el mundo. El clima mediterráneo y la contra estación son factores importantes. Las barreras naturales al ingreso de plagas y enfermedades, así como el cuidado permanente de nuestro patrimonio sanitario también son determinantes en el desarrollo del sector.
La política de apertura comercial de Chile ha sido fundamental para el desarrollo de nuestra industria: significó la diversificación de mercados para la venta de nuestros productos y también nos obligó a ser muy competitivos para poder enfrentarnos con países muchas veces más grandes, más cercanos a los mercados de destino y con condiciones iguales o mejores para el desarrollo de la producción de alimentos. El uso eficiente de los recursos en conjunto con la innovación, la incorporación de nuevas tecnologías y de conocimientos, han sido claves para el desarrollo de la producción y exportación de carnes blancas. En los últimos años, el esfuerzo de los distintos sectores por desarrollar una producción cada vez más sustentable será un factor determinante para mantener nuestro liderazgo en la producción y comercialización de alimentos.
No hay duda alguna que todo lo anterior explica en gran parte el éxito del sector exportador de alimentos y seguir trabajando en cada uno de esos temas será fundamental para continuar desarrollándonos. Adicionalmente, en la medida en que se fomenten las inversiones en infraestructura logística y de riego, y se invierta más en el posicionamiento de Chile como un proveedor de alimentos de clase mundial, podremos seguir contando con el sector para el desarrollo de Chile y su gente.
Pero sí hay un elemento en particular que preocupa, que muchas veces se olvida, y que se posiciona como uno de los mayores riesgos para el desarrollo futuro de nuestro sector: la pérdida de competitividad.
Hoy Chile abastece de alimentos a más de 180 países en todos los continentes. Esto, lo hacemos en un ambiente extremadamente competitivo, en el cual si bien nos enfrentamos a permanentes políticas proteccionistas -donde muchos países todavía intentan blindar su producción local-, la realidad es que cada vez son más los oferentes y la competencia es cada vez mayor.
Para lograr competir debemos diferenciarnos, pero teniendo especial cuidado de que esta diferenciación no sea a cambio de perder competitividad.
La discusión respecto a la ratificación de la firma del CPTTP es un buen ejemplo de cómo estuvimos muy cerca de perder competitividad respecto a otros mercados. Y es que el tema no era lo que ganábamos al ratificar el tratado, sino mucho lo que perdíamos al no hacerlo, entregando una enorme ventaja a nuestros competidores.
Otro buen ejemplo son las regulaciones internas. Si bien en general todas apuntan a mejorar los estándares productivos o buscan adecuarse a nuevas exigencias por parte de los consumidores, estos cambios en general significan grandes esfuerzos para los productores, quienes no siempre ven retribuido el valor de su inversión. Peor aún, a poco andar se dan cuenta de que lo único que han logrado es ser menos competitivos al incurrir en costos adicionales que muchos de sus competidores no están asumiendo. En nuestro sector, la nueva norma de olores para la industria porcina, que fue recientemente publicada en el Diario Oficial, significará un tremendo esfuerzo para los productores nacionales, sobre todo para los medianos y pequeños. ¿Nuestros competidores serán regulados de igual forma? Es decir, desde la otra vereda, a la carne de cerdo que llega a Chile de otros países, ¿se le exigirá lo mismo que a aquella producida localmente? Si no es así, se tratará de un bien mayor que no mide las consecuencias para nuestros productores nacionales y estaremos cayendo en la trampa de la pérdida de competitividad.
Está claro que como industria debemos saber adaptarnos para ir desarrollando cada vez una producción más sustentable, eso no está en duda y existen importantes esfuerzos ya desarrollados. El llamado es a no pasarse de revoluciones, a trabajar por el bien mayor pero siempre cuidando a nuestros productores y a seguir trabajando coordinados como sector privado y sector público, para juntos consolidar un sector productor de alimentos cada día más sustentable y que siga aportando al desarrollo de nuestro país.
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